El coronavirus ha presentado nuevas mutaciones como las cepas británica, brasileña o sudafricana, a los que se van añadiendo otras como la de la cepa “doble mutante” de la India.
La vacunación masiva es la gran esperanza para volver a recuperar la normalidad. Pero cada vez más expertos se plantean que la aparición de nuevos mutantes capaces de escapar a las vacunas podría dar al traste con buena parte de nuestras esperanzas.
Hay indicios preocupantes de que algo así podría ocurrir. Por ejemplo, en el estado brasileño de Manaos: tras alcanzarse durante la primera ola un porcentaje de infectados tan alto que hacía pensar en que ya habían conseguido la inmunidad de rebaño, las nuevas cepas mutantes desataron una nueva oleada, infectando incluso a numerosas personas que ya habían pasado la enfermedad.
La clave del problema está en que el SARS-CoV-2 sigue cambiando mediante mutaciones. Las mutaciones ocurren debido a errores se producen al azar mientras el virus replica su genoma en el interior de nuestras células.
Este azar hace que la gran mayoría de estas nuevas mutaciones resulten perjudiciales para el propio virus. Funcionan peor que las originales de las que derivan y el virus ‘nuevo’ es menos infectivo. Así que en poco tiempo estas mutaciones ineficientes se extinguen. Es la selección natural. En poco más de un año han aparecido millones de estas mutaciones en la población del SARS-CoV-2. Casi todas se han extinguido sin haber sido ni siquiera detectadas por la ciencia, aunque en las bases de datos de secuenciación del coronavirus se recogen decenas de miles de estos nuevos mutantes.
Pero como la población del SARS-CoV-2 es tan grande (recordemos que un solo infectado por Covid-19 produce billones de virus), a veces algunas de estas mutaciones van a hacer que el coronavirus funcione mejor. Solo las nuevas cepas mutantes con una infectividad significativamente mayor tienen posibilidades de permanecer largo tiempo en las poblaciones. Entonces la frecuencia de estos mutantes puede incrementarse significativamente.
Variantes de interés (VOI)
variantes de interés son las cepas que se propagan más rápidamente que las anteriores y para conseguir controlarlas se requiere tomar medidas más drásticas. Buena parte de estas variantes de interés tienen la mutación D614G, que parece haberse originado al principio de la pandemia en Europa. Los virus que tienen esta mutación se propagan más rápido que los que no la tienen.
Variantes de preocupación (VOC)
Estas variantes son alrededor de un 50% más infectivas y significativamente más graves. En ellas vemos la cepa 20H/501.V2 sudafricana, así como la cepa californiana 20C/S: 452R que es un 20% más infectiva y reduce la eficacia de las vacunas.
Variantes de grandes consecuencias (VOHC)
Por ahora no se han producido aún ninguna de estas variantes, aunque los Centros para el Control y Prevención de la Enfermedades norteamericano (CDC) advierten de que en cualquier momento podrían originarse este tipo de variantes del SARS-CoV-2.
Sus consecuencias resultarían desastrosas, pues una enorme cantidad de vacunados y de gente que pasó la enfermedad podría re infectarse. Estas cepas también serían más resistentes a los tratamientos hospitalarios. Podrían resultas más infectivas y producir mayor mortalidad.
La aparición de estas cepas equivaldría a empezar de nuevo.
Nuestro objetivo debería ser impedir que puedan aparecer variantes VOHC. Y como las mutaciones ocurren al azar, sabemos que mientras mayor sea el número de infectados por Covid-19 más probabilidades tendremos de que aparezcan mutantes capaces de originar variantes de grandes consecuencias.
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