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Que debe solucionar la COP26 de Glasgow

1.Reducción de emisiones a la atmósfera. La emisión de gases de efecto invernadero, es decir, con capacidad para aumentar el calentamiento global de la Tierra, es actualmente un caballo desbocado por culpa de la actuación de los países industrializados desde mediados del siglo XIX, pero, sobre todo, desde mediados del XX y hasta la actualidad. Todos los esfuerzos se centran en detener esas emisiones, sobre todo de CO2, pero también de otros gases. Para ello ya hay calendarios aprobados en todo el planeta para el cierre de centrales eléctricas de carbón, del parque móvil de gasolina y de otras tecnologías contaminantes. El mundo se ha marcado como meta alcanzar la neutralidad de emisiones (es decir, emitir solo la misma cantidad de gases que pueda capturarse) en el año 2050, con una parada intermedia en 2030, donde cada país fija una meta que varía en función de sus propias capacidades y situación concreta. En el caso de la UE, la reducción de emisiones deberá ser del 55% (en comparación con 1990) ya en 2030, según los acuerdos adoptados por los órganos comunitarios este mismo año. El objetivo fijado en el Acuerdo de París respecto a la temperatura global es no ir más allá de un aumento de 2º C (respecto a la época preindustrial) en 2100, y si es posible, no superar los 1,5º C. Las últimas previsiones contenidas en informes internacionales expresan dudas de que pueda alcanzarse dicho objetivo si no se aplican restricciones más severas. 2.Despliegue de energías limpias. Para lograr la neutralidad de emisiones y, consiguientemente, frenar el calentamiento global, es preciso un despliegue masivo e inmediato de sistemas de energía renovables en todos los ámbitos industriales, económicos e incluso domésticos del planeta. En 2018, la Unión Europea acordó fijar el objetivo vinculante de alcanzar un 32% de energías renovables para el año 2030, con una cláusula de revisión al alza en 2023. España, donde la aportación de las energías limpias al sistema eléctrico nacional ya ronda el 40%, deberá alcanzar en 2030 un 74%, según figura en la Ley sobre Cambio Climático aprobada por el Congreso este año. 3.Frenar el deshielo de polos y glaciares. Entre las manifestaciones más alarmantes del calentamiento global figura el deshielo de los casquetes polares y de los glaciares. Este factor es uno de los principales responsables de la subida del nivel del mar, junto con la expansión térmica de los océanos (aumentan de volumen por su calentamiento). La situación es especialmente desesperada, según los últimos informes científicos, en el Ártico, donde el calentamiento triplica la media planetaria y se derrite el doble de rápido de lo que se creía. Hace pocas semanas, se anunció la formación de un inmenso agujero del tamaño de la isla de Mallorca en el hielo ártico supuestamente más espeso y denso, lo que demuestra la gravedad de la situación y la rapidez con que avanza el problema. No es mejor la situación de los glaciares, que son la otra gran masa de hielo del planeta, pues se van fundiendo aceleradamente, aumentando así el nivel del agua del mar. En los Pirineos, sin ir más lejos, los científicos creen que ya no quedarán glaciares en veinte años. 4.Parar la deforestar y reverdecer el planeta. Las masas vegetales constituyen una maquinaria natural de depuración del aire, pues capturan el CO2 que está en la atmósfera. Sin embargo, la cantidad de dióxido de carbono es ya tan grande que los bosques del planeta empiezan a saturarse y su función ‘depuradora’ podría verse seriamente limitada. Y, además, las grandes selvas que cumplen este servicio indispensable para la supervivencia mundial siguen siendo arrasados sin contemplaciones, tanto en América como en Asia y África. Cada vez más estudios revelan que el propio Amazonas está a punto de convertirse en emisor neto de CO2 (en vez de capturarlo) por el aumento de temperaturas y por los incendios que la destruyen. La ‘sabanización’ del Amazonas es ya un horizonte verosímil en las próximas décadas, alertan los científicos. La inconsciente política del presidente brasileño, Jair Bolsonaro; la acción de las grandes multinacionales cárnicas para arrasar bosques y obtener así alimento para el ganado; el consumo aún masivo de aceites de palma o soja que exigen también deforestar grandes superficies de bosque y otras actividades industriales son responsables de la situación. El Amazonas ha perdido el 15% de su superficie únicamente entre 1985 y 2020, según Mapbiomas. Frente a esta situación, cada vez más gobiernos, empresas y colectivos ciudadanos emprenden iniciativas para recuperar bosques allí donde éste ha desaparecido, una saludable ‘fiebre’ reforestadora que requiere hacerse de forma rigurosa para que tenga éxito, alertan los expertos. 5.Movilidad verde. En la Unión Europea, el 30% de las emisiones de CO2 a la atmósfera provienen del transporte por carretera (coches, camiones, etc.), mientras que otro 13,4% son causadas por la aviación civil y otros 13,6% por la navegación de barcos. La reducción de esta huella de carbono en la movilidad es una prioridad inaplazable, que de momento parece centrarse en los vehículos terrestres. Para el año 2040 ya no se venderán coches de gasolina, gasoil o híbridos en España ni en la mayoría de países europeos, aunque en algunas naciones desaparecerán mucho antes. El coche eléctrico experimenta un auge indudable, aunque la asignatura pendiente sigue siendo la aviación y los grandes buques. La reducción o eliminación de vuelos de corto recorrido que sean sustituibles por viajes en tren está ya en la agenda de varios países, después del ejemplo dado por Francia este año. 6.Refugiados climáticos. El calentamiento global y su secuela de sequías, tormentas extremas y otros fenómenos violentos está provocando ya que millones de personas tengan que abandonar sus hogares, por haberse convertido en sencillamente inhabitables. El mundo debe prepararse para acoger a grandes masas de población que huye de la pobreza que genera esta situación. En 2020 se estima que 40 millones de personas tuvieron que dejar sus hogares por fenómenos meteorológicos y climáticos, una cifra que no deja de superar récords año tras año. 7.Un consumo más responsable. Los ciudadanos particulares, con su actuación diaria y cotidiana, tienen la llave para cambiar el destino del planeta. Los hábitos de consumo son los que, por efecto acumulativo, pueden empeorar la situación o ayudar a vislumbrar un futuro de esperanza. Abandonar los productos, empresas y servicios que atentan contra el planeta y apoyar aquellos que, por el contrario, tratan de causar una menor huella ecológica es un objetivo primordial desde la ciudadanía. En este sentido, el regreso a una alimentación sana y no dependiente de productos procesados, el abandono de la espiral consumista basada en el ‘usar y tirar’, la limitación del consumo de carne, la renuncia al plástico, la reutilización y prolongación de la vida útil de los objetos y utensilios son prácticas que pueden mejorar las cosas. Las empresas, por su parte, están siendo lentamente obligadas por los gobiernos a abandonar prácticas como la obsolescencia programada (duración deliberadamente limitada de objetos) o el derroche injustificado de recursos que pueden usarse con más racionalidad. 8.Una economía circular, en vez de lineal. Para implantar una economía respetuosa con el clima y también con la biodiversidad, los expertos consideran imprescindible que las grandes corporaciones y multinacionales abandonen la economía lineal (basada en el simple consumo masivo de recursos, producción y consiguiente abandono de residuos) para adoptar la economía circular, que se asienta sobre la reutilización, eficiencia, minimización de impactos y prolongación del aprovechamiento de esos recursos.

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